Mat 12:7 Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio.
Era un día algo caluroso mientras este hombre viajaba de una ciudad a otra, como era costumbre. De manera inesperada fue sorprendido por un grupo de ladrones que después de golpearlo brutalmente y despojarlo de todo lo que llevaba lo dejaron en muy malas condiciones, abandonado al lado del camino.
Después de horas de sufrimiento, dolor y un profundo clamor, anhelante de que alguien apareciera en ese desierto camino y pudiera ayudarle. De pronto escucha unos pasos que reviven su esperanza. Es un sacerdote cuyo destino es el templo donde se dirige para adorar. Sin embargo y a pesar del clamor del herido al lado camino, este líder religioso al verlo pasó de largo, posiblemente para no contaminarse con la sangre de este que yacía ahí mal herido.
Un tiempo después se escuchan otros pasos en el camino. Esta vez es un levita quien después de mirar al herido y escuchar sus súplicas termina pasando de lejos y con una sorprendente indiferencia y frialdad sigue su camino sin hacer nada por este pobre hombre.
Cuando el desafortunado forastero moribundo ha perdido la esperanza, escucha el trote de un animal de carga que se acerca. El hombre que viene sobre este animal es un Samaritano, del cual posiblemente, por sus conflictos con los judíos no se esperaba algo positivo. Sin embargo, el Samaritano al ver a este hombre tirado junto al camino, fue movido a misericordia, experimentó un dolor interno por el necesitado y no lo piensa dos veces, ni sus prejuicios fueron un obstáculo. Corriendo hacia el herido, curó sus heridas, le proveyó algo de alivio y lo cargó para llevarlo luego a una pequeña posada donde lo cuidó, pagó sus gastos y pidió que lo ayudaran hasta su recuperación completa.
Esta maravillosa historia de misericordia fue narrada por Jesús en su intención de enseñarle a un maestro de la ley los dos actos más relevantes que Dios espera de nosotros: primero, que lo amemos a Él con todo nuestro ser y segundo, que amemos a nuestros prójimo como a nosotros mismos.
La lección es clara, hay actos que para Dios son más determinantes que cualquier otro. La misericordia es un acto que no es litúrgico ni religioso, no es lo que regularmente haríamos con la intención de honrar o adorar a Dios, sin embargo me atrevo a asegurar que es una de las más valiosas ofrendas que conmueven el corazón de Dios, es una acción que honra directamente a Dios, pues como lo enseñó El Maestro, cuando hacemos misericordia con alguien que lo necesita es como hacerlo con Dios.
Por tanto, necesitamos llevar nuestra adoración a esa dimensión donde amemos y honremos a Dios, amando y haciendo misericordia con quien lo necesita.
La compasión es un alto y sublime acto de adoración.
Pastor Minor Ceciliano
Comunidad Internacional de Adoradores
Estableciendo Adoracion en las Naciones
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