Sal 63:1 Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta.
Es verano en el árido desierto de Judá. Después de varios meses de no llover, la hierba se seca ante los fuertes rayos del sol y la falta de agua, ante tal sequedad la tierra comienza a desquebrajarse y se abren grandes grietas que son la evidencia de una tierra sedienta y urgida de agua que levanta un clamor al cielo, clamor que pasa a ser un gemir desfalleciente e incesante por las primeras lluvias. Es el grito de una tierra urgida cuya necesidad más apremiante es que el cielo traiga una respuesta y active un milagro. Es como un suspiro agonizante de la tierra pidiendo al cielo que destile y envíe esas primeras lluvias que serán recibidas por esa tierra en necesidad que con su boca abierta espera ese momento tan anhelado, cuando el agua comienza a caer mientras sacia su profunda sed y gesta milagros en su condición y realidad actual.
El salmista exclama: “Dios con la intensidad del clamor de la tierra seca y árida que desea saciar su sed, así mi alma te anhela. Todo mi ser suspira por ti, es un clamor que quita el sueño y me despierta en la madrugada a buscarte ansiosamente”.
Cuando llegas a ese punto en tu experiencia con Dios, todo tu ser se vuelve dependiente de Él. Dios se convierte en tu necesidad más apremiante, en tu anhelo más profundo, anhelo que no puedes ignorar ya que es un gemir tan fuerte que duele y te hace salir de la pasividad. Es un deseo tan fuerte por Dios el que experimenta tu alma que no puede ser ignorado, razonado o atendido con indiferencia. Terminas rendido ante el ímpetu del clamor de un corazón eleva un gemir al cielo, de la misma forma en que la tierra árida y seca grita por agua. Ese ardiente deseo no puede ser saciado por nada ni nadie más que Dios. La única salida es buscarlo, encontrarse con Él y aferrarse a Él, mientras encuentras en su presencia la respuesta para saciar la necesidad de un corazón que sólo puede encontrar en Dios su máxima satisfacción.
Sal 73:26 Mi carne y mi corazón desfallecen;
Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
Una necesidad incesante, provoca un clamor y una búsqueda incesante.
Pastor Minor Ceciliano
Comunidad Internacional de Adoradores
Estableciendo Adoracion en las Naciones
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