Sal 100:4 (NVI) Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su nombre.
La escena de este salmo es maravillosa y emocionante, cargada de una pasión desbordante y un gozo incontenible. Es la manifestación de un pueblo, que desde sus casas han salido cantando eufóricamente, cargados de ofrendas que evidencian las múltiples bendiciones recibidas de Dios.
Ellos saben que el fruto de su tierra y de su trabajo se debe a la bondad de Dios, quien envió la lluvia sobre su tierra para hacer que la semilla germine y sea fructífera. Están plenamente convencidos de que la bendición que ha coronado su familia, sus animales, sus cosechas, sus graneros que rebosan de abundancia, su salud, su éxito, sus victorias, se debe al amor de Dios y su intervención divina.
La llegada del pueblo al templo no marca el inicio de su alabanza, por el contario es el clímax y la manifestación de hombres y mujeres que desbordan de júbilo que no pueden contener su gratitud a causa de todas las bendiciones y milagros recibidos de la mano del Eterno.
No hay una actitud más apropiada para venir a la casa de Dios que con alabanza, una alabanza cargada de alegría y de acción de gracias. Es un pueblo que honra y reconoce a Dios, que lo exalta públicamente con sus canciones, sus aclamaciones, sus instrumentos de música, con sus danzas, con su bullicio y con las ofrendas que han traído para tributar a Dios, como muestra de su gratitud por todo lo bueno que ha sido con ellos.
Sueño todos los días con una generación que vuelva a repetir esta extraordinaria escena en el escenario de nuestros templos donde nos reunimos para alabar juntos a Dios. Sueño con ver a un pueblo cuya alabanza no inicia al llegar a nuestras reuniones, un pueblo que vive alabando en sus casas, un pueblo que alaba mientras camina al lugar de reunión, un pueblo cargado de gratitud, con una canción nueva en su boca que testifica de las bondades de Dios que cuenta los poderosos hechos del Altísimo.
¿Pueden visionarlo? Este es un pueblo que entra por sus puertas con un corazón dispuesto, con la actitud que se requiere para presentarse ante Dios. La gente con esta actitud no necesita ser motivada porque ya viene motivada, no necesita ser inspirada porque ya está inspirada por su amor y gratitud a Dios. A esta gente no necesitas decirle que cante, o que levante sus manos, o que se postre, o que dé un grito de júbilo, porque su pasión y gratitud hacia Dios es incontenible y se desborda de manera natural y espontanea. Este es un pueblo con una actitud correcta y una genuina y sublime alabanza.
Sal 100:1-2 ¡Canten al Señor con alegría, habitantes de toda la tierra! Con alegría adoren al Señor; ¡con gritos de alegría vengan a su presencia!
Una actitud correcta se manifiesta en una genuina y profunda alabanza.
Pastor Minor Ceciliano
Comunidad Internacional de Adoradores
Estableciendo Adoracion en las Naciones
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