Sal 27:4 Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo. (NVI)
Un objetivo constituye un blanco, una meta, un punto al que determinamos dirigir toda nuestra atención, enfoque y trabajo. Determina un norte hacia donde decidimos caminar sin desviarnos. El objetivo es el centro al que apuntamos y en el cual invertimos nuestros recursos y esfuerzos para alcanzarlo.
Me inspira profundamente el corazón y la actitud de David. Su petición al Señor y su objetivo es uno, ahí está toda su atención y su corazón. Para él es claro, no hay nada más que persiga. Podría parecer radical o desbalanceado, pero simplemente su meta, en la que ha puesto toda su pasión, está determinada.
Habitar en la casa del Señor todos los días de su vida, se convirtió en su norte, en aquello a lo que apunta y hacia lo que ha decidido caminar sin desviarse. Su deseo ha llegado a ser una obsesión, un pensamiento fijo un lugar donde ha puesto su mirada
El corazón del salmista no está conforme con ser un visitante en la casa del Señor, llegar de vez en cuando para adorar ya no es suficiente y esto lo ha llevado a pedir y a buscar convertirse en un huésped que vive de manera permanente en la casa del Señor. Su petición a Dios, es que le permita irse a vivir al lugar de su morada. “Quiero morar en tu casa” declara el salmista, no me interesa ningún otro lugar, ni siquiera los lujos y deleites del palacio son más llamativos o significativos para él como el lugar donde Dios habita.
Su meta es desafiante, le apunta a un objetivo muy alto. No solamente consiste en hacer del lugar de la habitación de Dios su casa, va más allá consiste en permanecer, en quedarse ahí el resto de sus días, aunque eso signifique renunciar a todo, para abrazar una sola cosa: Vivir en la casa de Dios contemplando su hermosura y recreándose en su presencia.
No hay objetivo más sublime, más alto, más valioso, honroso y significativo que anhelar la cercanía con Dios. Al fin y al cabo, también es el sueño más grande de Dios, vivir con nosotros.
Necesitamos revisar nuestras metas y nuestros objetivos, aquello que perseguimos, lo que nos desvela, en lo que invertimos nuestros anhelos y recursos, en lo que ponemos nuestro corazón, pues eso constituye nuestro tesoro y lo que realmente amamos y nos interesa. Necesitamos hacer de Dios nuestro más alto objetivo.
La cercanía es el máximo objetivo de un adorador.
Pastor Minor Ceciliano
Comunidad Internacional de Adoradores
Estableciendo Adoracion en las Naciones
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