Juan 15:8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
La influencia de la religión nos llevó a creer que la adoración se desarrolla entre cuatro paredes y que la forma de adorar y honrar a Dios se da en el escenario de un templo por medio de nuestra liturgia, a través de canciones, oraciones, alabanzas y todo aquello que se manifiesta en nuestras reuniones públicas. Sin embargo, la verdadera adoración no se queda allí, trasciende las paredes de nuestros templos, se desarrolla de manera sublime y determinante en nuestro día a día.
Jesús nos dio una verdadera cátedra de lo que Dios percibe como adoración. Nos enseñó un valiosísimo principio de cómo glorificar a Dios de una forma que rompe nuestros esquemas y paradigmas sobre lo que entendemos como adoración.
La glorificación y la exaltación de Dios es el fin de la adoración, es lo que persigue y constituye su esencia y su meta final. Glorificar significa dar honor, levantar en alto, dar fama y reconocimiento, alabar, enaltecer, es darle a Dios el lugar más alto delante de todos.
El Maestro nos enseñó que Dios es glorificado cuando llevamos fruto abundante y cuando con esos frutos damos testimonio al mundo de que somos sus discípulos.
Los frutos son una manifestación del gobierno y la influencia del Espíritu Santo en nuestro carácter. Son evidencia de un corazón rendido y sometido al señorío de Cristo en nuestra vida. No tiene que ver con el activismo o el trabajo que podamos hacer en la obra de Dios sino más bien con la manifestación del carácter de Cristo evidenciado en nuestras actitudes, motivaciones, reacciones y en una vida de obediencia y sometimiento a Dios.
Como lo enseñó Jesús, los frutos son esa evidencia que hace que la gente que nos rodea llegue a la conclusión de que somos sus discípulos y las llevará a honrar y glorificar al Padre por causa del testimonio de nuestra vida.
Es tiempo de llevar nuestra adoración a otro nivel de profundidad y relevancia donde lo que cantamos y profesamos sea respaldado y probado por una vida que manifiesta la influencia del gobierno de Dios. Debemos vivir una vida que haga a Dios sentirse orgullo de nosotros. No olvidemos que todas nuestras acciones deben ser una ofrenda que glorifica, exalta y trae honor al Padre, el cual será exaltado cuando el mundo vea nuestras buenas obras.
Flp 1:11 (PDT) Por el poder de Jesucristo, ustedes darán una cosecha abundante de buenas obras para honra y alabanza de Dios.
Adora por medio de una vida de frutos que glorifican y honran a Dios
Pastor Minor Ceciliano
Comunidad Internacional de Adoradores
Estableciendo Adoracion en las Naciones
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