La manera en cómo educamos y criamos a nuestros niños tiene un gran impacto en sus vidas, principalmente cuando lo hacemos de manera consciente, con respeto y amor, en lugar de hacer uso del miedo y el dolor. Cuando pensamos en la disciplina positiva como una herramienta para la crianza de nuestros hijos, no quiere decir que no existen reglas, limites o normas, más bien buscamos la manera de educar a nuestros hijos para afrontar los retos y desafíos de la vida a partir de una crianza sin violencia y desde el respeto.
Es inevitable que como adultos enfrentemos recurrentes situaciones de estrés, tensión en el trabajo o situaciones familiares que nos sacan de nuestras casillas, zonas de confort o estabilidad emocional, nuestros niños también experimentan situaciones de estrés y tensión que pueden a su vez generar mucha fricción en la casa o escuela, pero es aquí y por encima de esas situaciones donde podemos enseñar y también aprender mutuamente límites y habilidades sociales que nos permitan construir relaciones saludables entre padres, hijos, maestros, alumnos, a partir de la amabilidad, firmeza y respeto.
En diferentes momentos me enfrenté a situaciones con estudiantes, chicos adolescentes y más jóvenes donde exponían de manera muy fuerte sus puntos de vista sobre el uso de dispositivos electrónicos que la escuela les facilitaba, contradicciones sobre restricciones para hacer uso de ciertas herramientas que tenían propósitos muy específicos y habilitarlas representaban un riesgo a otro grupo de estudiantes mas pequeños, fueron momentos donde tuve la oportunidad de establecer a través del dialogo abierto, espacios que les permitieran aumentar su sentido de pertenencia, contribución y cuidado de los demás a través de sus decisiones.
A través de fomentar el sentido de pertenencia les garantizamos su supervivencia en los grupos y dentro la comunidad de la que son parte y que hay alguien cerca que se ocupa de satisfacer sus necesidades. Por medio del sentimiento de contribución se logró hacerles ver que en lugar de solo luchar por sus intereses, podemos contribuir de manera grupal en una decisión que convenga y beneficie a toda la comunidad estudiantil, que su opinión es escuchada y que pueden ayudar a los demás con sus aportes y recomendaciones. Las aulas y espacios educativos son excelentes ambientes donde hemos podido practicar la disciplina positiva, procurando en los niños y adolescentes el desarrollo de habilidades socioemocionales para la vida, los valores que compartimos, la compasión, el respeto, la inclusión, la búsqueda de soluciones, la amabilidad, pero también la firmeza en nuestras convicciones y normas.
Con la disciplina positiva buscamos un punto medio entre el autoritarismo y la permisividad, dando espacio también a la democracia en las decisiones y opciones, siendo claros de lo que está por venir, a la hora del baño, dándoles visibilidad de la agenda familiar, validando otras maneras en las formas, formatos, preparación de las comidas, proponiendo opciones limitadas, aplicando el juego y el humor, esto les ayudará a prestar más atención a las actividades y tareas, preguntando antes de acusar, permitiéndoles a ellos realizar las cosas enseñándoles cómo, sustituir tanto uso de la palabra NO, y más bien enfocarnos en las cosas que SI.
Escrito por Kenneth Madriz