Hay tanto poder en nuestras palabras… Estas pueden influir profundamente en la vida de los que nos rodean, positiva o negativamente; con ellas podemos edificar o destruir, fortalecer o debilitar, inspirar o desmotivar, nuestra lengua aun siendo tan pequeña, tiene la capacidad de bendecir o maldecir, limpiar o contaminar a quien las declara y recibe, las palabras tienen tanto poder que hasta pueden reflejar la condición del corazón de quien las dice, con ellas podemos fomentar la paz, pero también confrontar con amor y verdad.
Hace unos días, al preguntarle a nuestra pequeña cómo le fue en la escuela, se me hizo un nudo en el corazón al escuchar que una compañerita la hacía llorar, le sacaba la lengua constantemente y siempre que pintaban le decía “que feo está tu dibujo”… Nos sentamos en la cama…: Te voy a enseñar lo que vas a hacer si esa compañerita vuelve a hacer eso, ponme atención, es algo muy poderoso (ojos de sorprendida): 1.Tú no le saques la lengua aunque ella lo haga varias veces. 2.Mírala a los ojos y dile: “Tu dibujo está muy lindo, te felicito”. 3.Sigue en lo tuyo. 4.Dile a la maestra. Hicimos el ejercicio en casa varias veces, así lo hizo al día siguiente en clase. Al tercer día: Cómo te fue con la compañerita?: Papiii ya hoy no me sacó la lengua, ni me dijo nada feo, ella me sonrió, yo estoy muy feliz, toda una victoria que celebramos mientras regresábamos.
Tenemos como padres, ese privilegio y responsabilidad de utilizar bien las palabras y enseñarles a usar nuestro lenguaje, para cultivar en ellos una autoestima fuerte que les permita enfrentar con respeto, pero también con determinación los retos de la vida, y gestionar adecuadamente sus respuestas ante las actitudes no tan positivas de los demás por la razón que sea: imitación, búsqueda de atención, expresión y desahogo emocional, habilidades sociales en desarrollo, otros (aplica para adultos). “La respuesta suave quita la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor.” Prov. 15:1
Kenneth Madriz