Sal 41:1 Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser. (BAD)
En esos días de verano cuando los arroyos comienzan a secarse y el agua es escasa, son días duros para los animales que se ven obligados a moverse y buscar otros lugares no habituales con el fin de encontrar agua y calmar su sed.
En el caso del ciervo su realidad en el verano en sumamente complicada, primero porque son animales que a pesar de ser muy veloces se cansan muy rápido y al sudar despiden ciertas feromonas que los delatan ante sus depredadores, dejando un rastro imposible de borrar a menos que encuentren una fuente de agua donde puedan mojarse y lavar sus sudor. Por otro lado son animales que sufren de una sed que se vuelve insoportable y desesperante, que los convierte en animales absolutamente dependientes y necesitados del agua. Ante ambas experiencias el ciervo emite un fuerte bramido que denota su desesperación por encontrar una fuente.
Su gemir es el resultado de un dolor interno, de una necesidad que lo hace desfallecer lentamente su ansia por las fuentes de aguas no les permite estar inertes o tranquilos, es un clamor que los pone en movimiento, en búsqueda de agua, mientras levantan ese sonido de desespero.
El salmista en su intento de describir su necesidad por Dios, encuentra en la experiencia de los siervos un ejemplo perfecto. Es la experiencia de un hombre necesitado de Dios, con un incesante anhelo por encontrarse con El, es un ansia por Dios, un deseo ardiente que lo consume y lleva a un estado de desesperación, que produce un gemir del alma y genera el impulso para una búsqueda incansable de su presencia.
La comparación es muy acertada: Como el ciervo que clama y anhela estar junto al arroyo y las corrientes de las aguas, así clama, así te ansía y suspira por ti oh Dios mi alma.
Cuando experimentas ese nivel de necesidad por Dios, nada te detiene, no escatimas ningún esfuerzo o sacrificio en tu afán de encontrarlo. Es un deseo que te desvela, que no te permite estar quieto o inmóvil. Es un grito, un gemir de tu alma fuera de límites que te hace desesperar por Dios al punto de que nada te interesa más que El, ya no vas tras algo que te pueda dar sino tras Dios mismo.
Dios se ha convertido en lo único que puede saciar tu sed, en tu más grande necesidad, en tu incesante gemir, en tu más grande y determinante objetivo.
Sal 42:2 Tengo sed de Dios, del Dios de la vida. ¿Cuándo podré presentarme ante Dios? (NVI)
…La necesidad nos hace reaccionar
Pastor Minor Ceciliano
Comunidad Internacional de Adoradores
Estableciendo Adoracion en las Naciones
Email: minorceciliano@hotmail.com
Tel:(506)2230-1470