El poder del perdón, según la Biblia, es un tema fundamental que refleja tanto la misericordia divina hacia nosotros como el llamado a extender esa misma gracia a los demás. En Mateo, Jesús nos enseña que el perdón es un acto no solo de obediencia, sino de transformación interna que refleja el corazón de Dios: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial. Pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15).
El perdón no es un simple acto de olvidar o de dejar pasar algo que nos ha hecho daño, sino un ejercicio profundo de liberar al otro de la deuda moral que ha contraído con nosotros. Es un acto de generosidad, de no guardar rencor ni resentimiento, tal como Dios lo hace con nosotros. El apóstol Pablo también nos exhorta a perdonar “como Cristo nos perdonó” (Efesios 4:32). En este sentido, el perdón es una manifestación del amor cristiano, un amor que se basa en la gracia y en la compasión, no en la justicia estricta.
Dios, en su infinita misericordia, nos perdona a nosotros, sus hijos, a pesar de nuestras contínuas faltas y errores. Jesús, en la cruz, no solo pagó por nuestros pecados, sino que ofreció perdón a quienes lo crucificaron. Esta es la medida de su amor: perdonar a quienes no lo merecen, una gracia inmerecida. Este acto de perdón no es solo un modelo a seguir, sino la fuente misma de nuestra salvación. La Biblia nos recuerda que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos” (1 Juan 1:8), y sin embargo, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos” (1 Juan 1:9). Este perdón de Dios es absoluto y completo, sin condiciones.
Cuando perdonamos a los demás, participamos en este pefecto acto redentor. El perdón nos libera del peso de la ira y el resentimiento, permitiéndonos vivir en paz y armonía. Al perdonar, reflejamos el amor de Dios, que nos invita a ser instrumentos de reconciliación y paz hacia los demás. Como lo enseña Jesús en la parábola del siervo impío (Mateo 18:21-35), el perdón mutuo no solo es un acto de misericordia, sino una forma de vivir según la voluntad de Dios, manifestando su gracia a un mundo necesitado de sanidad y reconciliación.
Kenneth Madriz